Hay dos películas adaptadas de las novelas de Tolkien que conquistaron al mundo: El Señor de los Anillos y El Hobbit. Estas dos películas tienen algo en común. Dos objetos separados. Son objetos que el propietario no quiere soltar y trata de expresar su valor interior a través de estos objetos. Estos objetos "preciosos" son un anillo en LOTR y objetos llamados Arkenstone en El Hobbit. Quienes tienen estos objetos no quieren desprenderse de ellos. Si hablamos en el lenguaje de "El club de la lucha", las cosas que poseen eventualmente los poseen.
La situación de poseer estos objetos/objetos que poseen a la persona, que tiene un tema extremadamente importante en estas dos películas que conforman una trilogía. , se ha convertido en una situación que determina el rumbo de la película. Las torres que simbolizan el poder "panóptico" de Sauron, que gobernó el mundo, se mostraron como una estructura que se extendía hacia el cielo, como si hiciera referencia a las "plazas" que hoy en día sostienen las riendas del poder estatal. Aunque estas novelas se escribieron hace décadas, siguen siendo relevantes hoy en día de diferentes maneras. Creo que es posible comprender el poder de las obras de Tolkien que tocan todos los tiempos, incluso desde esta perspectiva.
Hoy en día, vemos que esta cuestión de la propiedad aparece con frecuencia en los comportamientos de compra. Los objetos de último modelo que poseemos en realidad nos pertenecen a nosotros, y cuando pasa un tiempo sin ellos, queremos volver a tenerlos en nuestras manos y asegurarnos de su existencia. Al contrario de hacernos sentir cómodos, estos procesos de estar seguros nos hacen cuestionar una vez más esa existencia y ir tras el objeto preciado que tenemos. Al año siguiente, cuando sale un modelo superior del objeto que valoramos, lo descartamos como si nunca antes lo hubiésemos valorado y elegimos un nuevo objeto "precioso" para nosotros. En este punto todos nos convertimos en “Sméagols” crónicos. El sistema actual ya se alimenta de nuestra infelicidad e insatisfacción, haciéndonos creer que encontraremos la felicidad en un modelo superior del objeto que poseemos.
Un día nuestra vida terminará. En esos últimos momentos que siempre se nos mencionan, en las tiras de película que tenemos ante nuestros ojos, lo que quedará en nuestra mente no serán los últimos modelos de coches que compramos, los electrodomésticos, los últimos smartphones, ni nuestra magnífica casa, sino los momentos felices. nosotros compartimos. con nuestro padre Ese día en el parque de diversiones donde pasamos tiempo solos, ese día que hicimos pudín con nuestra madre y lo probamos juntos, esa película donde nos reímos tanto con nuestro hermano, ese atardecer que miramos mientras abrazamos a nuestra ex amante, ese maravilloso luna de miel que pasamos solos con nuestro cónyuge, quedará en nuestra memoria aquel feliz domingo que pasamos con nuestros hijos. Porque lo permanente y lo verdaderamente valioso no son los objetos que poseemos, sino los recuerdos a los que pertenecemos...
En los albores del año dos mil quince, les deseo un año en el que vivan los momentos. que no tienen precio pero el dinero no puede comprar...
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