¿Cómo podemos entender mejor a los niños?

Un dicho común de los padres es “mi hijo no me cuenta nada, escucho de sus amigos lo que le pasa en el colegio”. Entonces, ¿por qué los niños no les cuentan a sus padres ni siquiera los acontecimientos más comunes que experimentan?

Cuando se trata de niños, siempre miramos los acontecimientos desde nuestra propia perspectiva. Bueno, hagámoslo así: piensa en ti mismo como un adulto. ¿Con quién compartes tus experiencias? ¿Cuáles son sus criterios básicos a la hora de explicarle a alguien incluso los acontecimientos más comunes y simples? Ser comprendido, no ser juzgado, sentirse seguro, encontrar apoyo... Nosotros, como adultos, buscamos estas cosas a la hora de compartir. Entonces, ¿se los proporcionamos a nuestros hijos? Como adultos, ¿creemos que lo sabemos todo y simplemente les damos consejos o nos ocupamos de otras cosas? Mientras todo esto sucede, no es posible que los niños vengan a contarnos sus experiencias. Un niño que siente que no le entienden inhibe su lenguaje.

Entonces, ¿cómo podemos escuchar a los niños?

  • En primer lugar, alejándonos de todo estímulo. “En este momento somos sólo tú y yo. No me importan otras cosas. Sólo estoy aquí para ti. Para escucharte y comprenderte”. Es necesario dar el mensaje.

  • Leer el cuerpo. Los padres saben que cada emoción crea una reacción física diferente en el niño. Las mejillas de algunas personas se ponen rojas cuando se emocionan, la velocidad de movimiento de algunas personas aumenta cuando se enojan y algunas se vuelven introvertidas cuando se ponen tristes. Es necesario observar y reflejar bien estos mensajes indirectos. Sin hacer sugerencias ni hacer preguntas largas, simplemente observarlo bien y darle retroalimentación haciéndole sentir que lo entiendes. “Tus mejillas están rojas, creo que algo pasó que te molestó hoy, veo que estás muy activo, alguien debe haberte hecho enojar, el dibujo en tu mano se ve muy colorido, creo que hoy hiciste una actividad para colorear en la escuela. " Reflejar las emociones no sólo le da al niño el mensaje de que se le entiende, sino que también le permite explicar las cosas detalladamente.

  • Los niños son buenos observadores. ¿Se enojará conmigo si le cuento esto ahora? ¿Estará conmigo? ¿Me castigará? Observan constantemente a sus padres. Si el comportamiento de los padres no inspira confianza, el niño no puede contarles a sus padres lo que está experimentando.

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