Los adictos al juego no pueden realizar análisis de riesgos

A medida que se acerca el nuevo año, comenzaron a formarse largas colas frente a los distribuidores de lotería. El hecho de que el premio fuera de 80 millones de TL aumentó las expectativas y el interés. Los expertos dicen que, aunque los compradores de billetes saben que la probabilidad de ganar es muy baja, compran los billetes por sensación de placer.

El exceso de confianza en uno mismo y las necesidades conducen a la adicción

En este caso, el cerebro cree que sólo ganará, y la manipulación emocional se produce con el deseo de compensar. La red de pensar y hacer del cerebro no puede ser lo suficientemente activa en este proceso. Los individuos adictos a los juegos de azar, que se salen de control con el aumento de los niveles de dopamina, continúan jugando aunque saben que están perjudicados. Este es uno de los factores que demuestran que son adictos. Podemos considerar sus creencias y necesidades como los factores más básicos. Si el individuo cree que tiene suerte o es inteligente, o dice 'lo sé con certeza o hice buenos cálculos, es imposible no ganar', es inevitable que continúe jugando considerando sus necesidades básicas. Es más, si hay momentos en los que ganan, empiezan a crear profecías.

Los afortunados se preocupan menos

 

Este centro Da placer a las personas y este es el cerebro. A medida que pasa por el placer, conduce a la adicción. Vemos a los ganadores de grandes premios perderlo todo en unos pocos años. Los riesgos se vuelven imposibles de evaluar. Hay un experimento realizado entre personas que se creen afortunadas y las que no. Se reunieron en el laboratorio personas afortunadas y desafortunadas y se analizaron. Se han revelado las características comunes de los afortunados. Hay hallazgos importantes que demuestran que estas personas están menos ansiosas, más abiertas a la innovación y más seguras.

 

Sus hijos, a quienes consideran afortunados, eventualmente se volvieron adictos

 

Esta familia lleva muchos años comprando billetes de la Lotería Nacional todos los meses, pero no pueden ganar ningún premio mayor. Después de tres hijas, tienen otro hijo y el padre recibe un bono ese día. Cuando hay un niño, los miembros de la familia se refieren al niño como si nos trajera suerte. Entonces el padre empieza a regalarle todos los billetes que jugó a su hijo, a quien cree que tiene suerte. A veces gana a veces n está perdiendo. Se crea una carga en el cerebro del niño sobre la suerte, pero la verdad no es así. Ignoran lo que no han ganado y resaltan lo que sí han ganado, y esto continúa durante muchos años. Con el tiempo, los juegos de azar a los que juega el joven aumentan y llega a nosotros como un ludópata.

 

La suerte tiene tres dimensiones diferentes

 

La suerte tiene muchas dimensiones. También puede evaluarse en dimensiones psicológicas, biológicas, sociales e incluso económicas. El mundo se centra principalmente en las dimensiones biológica y psicológica.

 

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