No sólo se establecen reglas para los niños, sino que también tienes ciertos límites, cosas que te importan y cosas que nunca haces. Sin embargo, en ocasiones, bajo el falso paraguas de la flexibilidad, podemos añadir excepciones a los empates, armándonos de valor con las explicaciones lógicas que te das a ti mismo. Lo que sigue, una vez utilizado esto, es una serie interminable de excepciones y excepciones que quedan en el medio, sin dejar rastro de la determinación original. Como resultado, las decisiones tomadas y las reglas establecidas se experimentan con fracasos comprobados. A menudo vemos esto en adultos cuando realizan estudios de pérdida de peso y programas de dieta. Para adelgazar se apuntan a gimnasios con membresía anual, consultan dietistas, descubren recetas bajas en calorías y, además, participan en un estudio sobre ellos mismos. Pero la mayoría de los resultados son salones abandonados, dietistas, libros de cocina y motivación que no pueden completar sus membresías anuales. Después, puede que te encuentres diciendo: "Soy así, no funciona, no importa lo que haga, no funciona". El fracaso aquí no es el resultado de los centros deportivos o los dietistas y otros esfuerzos suyos. Con cierta motivación y razones válidas, intentas crear una solución que puedas agregar a tu rutina, todo va genial hasta este punto. Pero el punto inquebrantable tiene que ver exactamente con el título de este artículo; Falta motivación en la sostenibilidad. Cuando estableces las reglas, estás motivado para cambiarte a ti mismo, a tus objetivos o a tus hijos, pero la misma motivación que creaste cuando empezaste a establecer las reglas no está en la sostenibilidad. Tanto es así que cuando intentas perder peso en los centros deportivos, te fijas el objetivo de perder tanto peso al final de este trabajo, pero este es tu objetivo a largo plazo. Perder pequeños kilos cada 2-3 semanas no es tu éxito. Se ignora y te hace pensar que queda un largo camino por recorrer.
El punto clave es que, para la sostenibilidad, es necesario estar orientado a los procesos, no a los resultados. Esta comprensión es como una herencia cultural para nosotros. Los resultados de los acontecimientos nos parecen valiosos tanto en tus hijos como en ti mismo, pero no honramos lo que hacemos por el trabajo, el esfuerzo y las ganas, los pequeños éxitos y los pequeños avances. niño tal como es Incluso las reglas más simples que estableces en tu vida comienzan a no funcionar. Lo más sencillo es que si bien los acuerdos que haces para que él ordene su habitación funcionan al principio, las conductas se van desvaneciendo sin darle continuidad. Cuando los niños que estudian no obtienen la puntuación prevista en el examen, todas sus calificaciones empiezan a bajar. Muchos ejemplos de esta situación son muy posibles porque no podemos ser conscientes del valor del proceso mientras está funcionando, ni para nosotros ni para nuestros hijos. Además de estar más orientado a los procesos que a los resultados, el contenido y la aceptación de las reglas también son muy importantes. Las metas inalcanzables, las reglas que no son adecuadas para la otra parte y, lo más importante, las reglas que parecen innecesarias están condenadas a no ser implementadas por sus hijos. De hecho, es muy lógico que los niños no obedezcan las normas porque no se les explica el por qué. Solo escuchan comandos como ordenar tu habitación y estudiar. Entonces, ¿para qué? No hay ninguna explicación mutua de que deban hacer estas cosas. Éstas son las razones por las que las reglas parecen ridículas y se infringen. Si quieres darles a tus hijos hábitos y responsabilidades, primero debes explicarles por qué, hablarles de por qué quieres esto y por qué deberían hacerlo. Después, para asegurar la continuidad de la conducta, es necesario premiar y celebrar el proceso, no el resultado. Valorar tus acciones, no los resultados de tus acciones, tanto para tus hijos como para ti mismo, aumentará tu éxito en todos los sentidos.
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