Ningún padre se despierta por la mañana pensando que tendrá problemas con su hijo. A pesar de todas las buenas intenciones, esas guerras indeseables y esos momentos de crisis eventualmente estallan. Las decisiones de no enojarse son inútiles. La ira es una emoción que no se puede ignorar, subestimar ni negar, especialmente cuando se cría a los niños. Los padres emocionalmente sanos son humanos como todos los demás; No tienen poderes, durabilidad o habilidades milagrosas. No cuentan con ningún equipo especial. Sólo son conscientes de su ira. Aceptan y respetan la ira. Sus expresiones están en línea con sus emociones. No ocultan sus sentimientos.
Los niños aprenden sus características físicas mirándose al espejo. Aprenden a reconocer sus emociones escuchando las emociones reflejadas en ellos. Un espejo refleja lo que se ve tal como es, sin añadir críticas ni elogios. Es sólo una imagen, alejada de cualquier transmisión positiva o negativa deseada desde el espejo. La tarea de reflejar las emociones del niño corresponde principalmente a los padres. Descubrir que las emociones son una parte natural de la vida humana aliviará enormemente al niño. Cuando tenemos emociones fuertes, lo más importante es la presencia de alguien que nos escuche y comprenda. El padre que guía al niño que aún no conoce ni comprende sus emociones es un apoyo importante en su proceso de desarrollo.
Los niños muchas veces no se expresan directamente cuando hablan. Incluso cuando tienen emociones fuertes, no escuchan a nadie. No aceptan consejos, consuelos ni críticas constructivas. Se cierran y esperan que entendamos qué pasa por sus mentes en ese momento y cómo se sienten. Esto puede considerarse como una especie de mecanismo de defensa. El niño primero intenta reprimir las emociones que no puede afrontar y luego las dirige hacia su entorno. Culpa a los demás por su situación confusa. Estos otros suelen ser las personas más cercanas a él, es decir, su madre y su padre. En esta etapa, los padres tienen una responsabilidad clave. Los niños necesitan asesoramiento, no críticas. Pase lo que pase, no se debe obligar a un niño en una rabieta a retirarse mediante métodos como gritar, amenazar o humillar. Por supuesto, es muy difícil mantener la calma ante un niño que se tira al suelo en plena calle porque su madre no consiguió lo que quería. Esto va acompañado de las miradas condenatorias de quienes lo rodean y de consejos inadecuados. Cuando se suman actitudes negativas hacia el niño o la niña, esto es una crisis total. En tales casos, los padres tienen que superar sus límites. Lo que no hay que olvidar es que nada de lo que se haga o diga en tiempos de crisis será eficaz. Esto puede describirse como una ola que no se puede evitar. Una vez que haya pasado la marea y las aguas se hayan calmado un poco, se puede hablar del tema dependiendo de la edad y madurez emocional del niño. Se pueden nombrar las emociones que el niño está experimentando en ese momento (como ira, decepción, tristeza) y se puede ayudar al niño a reconocer sus emociones y darles sentido. Lo que se puede hacer en caso de situaciones similares que puedan surgir en el futuro se puede revisar juntos. Los padres pueden indicar claramente qué constituye un comportamiento inaceptable y qué comportamientos alternativos son aceptables. Por supuesto, los límites pueden ampliarse y remodelarse según las condiciones y las características de desarrollo del niño. También se puede ayudar al niño a expresar las objeciones que puedan surgir cuando se mencionan las limitaciones y se pueden reflejar sus sentimientos. Los niños cuyos sentimientos y pensamientos no son tomados en cuenta y respetados por sus padres pueden pensar que sus ideas no tienen valor ni importancia y que no son amados.
Los padres deben centrarse en el proceso de aceptación, no en el rechazo. Ignorar las situaciones negativas y los problemas experimentados por el niño, criticarlo, no escucharlo y humillarlo allana el camino para que se abran profundas brechas en la vida del niño. El sarcasmo, el sarcasmo y todo tipo de palabras y comportamientos hirientes no tienen cabida en la crianza de los niños. Los padres deben acercarse a sus hijos con una actitud que no critique el comportamiento sino que también proteja y acepte las emociones.
Leer: 0