Después de convertirnos en padres, la conversación gira hacia los niños, hablamos de las actividades divertidas que hacemos con ellos, de cómo nos sorprenden diciendo grandes cosas más allá de su edad y, a veces, de cómo nos desafían como padres. “Mi chico es muy activo. Nunca permanece en su lugar. Se distrae fácilmente. Él también sigue perdiendo sus pertenencias. ¡Creo que es hiperactivo! ¿Te suenan estas frases?
Si estos síntomas por sí solos fueran suficientes para diagnosticar el TDAH, sería necesario diagnosticar a todos los niños con TDAH. Como padres, a veces podemos atribuir demasiado significado al comportamiento de nuestros hijos y preocuparnos innecesariamente, y a veces podemos devaluar la palabra "hiperactivo" y usarla para cada niño activo que vemos. En ambos casos, podemos encontrarnos con resultados no deseados. Porque o no aceptamos lo que es, lo subestimamos, o buscamos una solución a un problema que no existe...
Sin embargo, el origen de la situación en la que se encuentra una persona con TDAH no se puede ver a simple vista; está escondido en el cerebro. Los síntomas del TDAH a menudo se interpretan como pereza, descuido, indiferencia, mala educación y, en ocasiones, incluso falta de inteligencia. La verdad no tiene nada que ver con esto.
Entonces, ¿qué es el TDAH?
El TDAH es un trastorno neurobiológico en el que una química cerebral problemática hace que una persona experimente dificultades en las habilidades de las funciones ejecutivas. La principal diferencia neuroquímica en el cerebro de las personas con TDAH es que los niveles de dopamina y/o norepinefrina no son suficientes para activar las partes relevantes del cerebro. Esta es una condición donde la persona con TDAH se enfrenta a problemas reales a nivel cerebral que le hacen increíblemente difícil realizar las tareas básicas de la vida. Desde recordar tomar tu medicamento hasta poder tener una conversación normal con tus compañeros, desde sentarte tranquilamente durante la clase hasta recordar lo que te enseñaron.
El TDAH no es pereza, terquedad o desprecio. El problema surge del cerebro, no de una disciplina que no se ha dado. Derribar los mitos urbanos sobre el TDAH comienza con conocerlos. La verdad que sabemos hoy es que alguien con TDAH puede tener al menos tanto éxito como alguien sin TDAH, siempre y cuando sepa que tiene TDAH y reciba el tratamiento adecuado.
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