Mi abuelo Hasan, de quien tomé mi nombre (en realidad era el abuelo de mi padre y nosotros, sus nietos, lo llamábamos "Abuelo de las Nieves"), era un veterano de la Guerra de la Independencia. Durante los años de la guerra, todos, como nación, sufrieron el hambre y la pobreza. Por este motivo, el difunto era una persona muy frugal. Su generación se alejó del despilfarro, pensó en el mañana y respetó las migajas de pan derramadas.
Las siguientes generaciones también vieron la pobreza: compraron pan con cartillas de racionamiento, y aunque había abundancia, tomaron medidas. de "ahorrar" para el mañana como medida de precaución.
En definitiva, como nación, las próximas generaciones (hijos, nietos) siempre fueron consideradas, sin darnos cuenta, en función de los efectos de los tiempos difíciles y la cultura existente. El comportamiento de “ahorro” se ha convertido en una necesidad. Con el enfoque “qué, calidad”, siempre se ha escondido algo en un rincón.
En nuestra época, ha habido personas que se han excedido en el ahorro y han acumulado lo suficiente para sus siete dinastías (han llegado a extremos en la acumulación). Como resultado, los equilibrios sociales y económicos existentes se vieron afectados negativamente y el compartir humano quedó parcialmente olvidado.
¡Qué podemos decir! Es bueno ser cauteloso y frugal, ahorrar tanto como sea necesario puede ser beneficioso, pero ahorrar tanto que trastorne el equilibrio no es saludable, nos afecta negativamente a cada uno de nosotros socialmente. “Ahorremos, pero también sepamos dar” para preservar los delicados equilibrios.
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