Vida

Dodgeball fue uno de los juegos inolvidables de nuestra infancia. Qué placer tendríamos cuando cogiéramos la pelota en el medio, ganaríamos vidas, cada vez que ganáramos vidas nuestra permanencia en el juego se prolongaría. Desafortunadamente, en la vida real no es posible salvar vidas ni prolongarlas. La característica de "tener nueve vidas" que se dice de los gatos no aplica para los humanos.

Tenemos una sola vida. ¿Cuándo, dónde y cómo moriremos? no lo sabemos. Sólo hay una pregunta que tenemos la oportunidad de conocer y en la que debemos pensar: ¿para qué moriremos? Dependiendo de por qué sacrificamos nuestras vidas, somos recordados con honor/alabanza o somos olvidados como nada.

Cuando morimos por los santos, nuestro nombre queda grabado en la historia y nos volvemos inmortales con el rango de martirio. Si morimos por nuestra causa y nuestras creencias, no somos olvidados, somos recordados por quienes siguen el mismo camino. Si somos una madre que murió en el momento de nacer o un padre que murió mientras intentaba llevar comida halal a su casa, se nos recuerda con bondad. Si morimos al comienzo de nuestro deber como alguien que se dedica a la sociedad y pone mucho esfuerzo y sudor, seguimos siendo amados y respetados por la sociedad. Los nombres de las personas en cada ejemplo se pasan a la siguiente generación y las puertas de la oración siempre permanecen abiertas para ellos.

Ya sea preocupándose por lo que creen o diciendo "¿qué nos importa?" ¡a mí!" decir, ya sea sirviendo o abusando, observando los derechos o violando los derechos, siendo oprimido u oprimiendo, siendo amado o ignorado, recibiendo oraciones o siendo maldecido, siendo mostrado como ejemplo por todos o siendo una persona desconocida para nadie. Podemos morir como nada.

¡La elección es nuestra!

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