Oh, estos niños...

El deseo de algunos de nosotros por tener hijos se remonta a mucho tiempo atrás. Incluso cuando éramos niños, soñábamos con nuestro futuro hijo y decíamos: "Lo trataré así, no haré esto, él será así". Estos sueños trataban de intentar que nuestro hijo "no fuera como nosotros" actuando de forma opuesta a cómo nos trataban.

Algunos de nosotros nunca tuvimos el deseo de tener hijos. O no nos sentíamos preparados o pensábamos: "¿Me he convertido en un niño y voy a cuidar de un niño?". De una forma u otra, el día anterior se arrojó una pequeña semilla en nuestro útero. La semilla creció, brotó y alcanzó una posición que se podía sentir. Las emociones se confundieron, las hormonas cambiaron, el cuerpo empezó a hincharse y el dolor aumentó. Un día ya no pudo encajar y se echó. La mujer se preguntó: "¿Cómo he podido llevar semejante vida dentro de mi cuerpo?". Luego comenzaron las largas jornadas de trabajo, los interminables llantos, las noches de insomnio, la rápida disipación de cada carga con el más mínimo calor...

El bebé se convirtió en el centro de la casa, una persona diminuta hacía que todos vivieran una intensa experiencia emocional. transiciones. Impotencia, pesimismo, agotamiento, inquietud, felicidad, insuficiencia, adulto, etc. muchos sentimientos. Cada uno experimentó estos sentimientos de manera diferente, cada uno los abrazó de manera diferente. Entonces, ¿cómo podrían cambiar de esta manera estas emociones complejas que experimentamos, a pesar de que el cuerpo y la naturaleza siempre cambian en el mismo orden?

La respuesta es muy simple. Nuestra propia infancia. Cualquier emoción que experimentamos y afrontamos en nuestra propia infancia, cualquier emoción por la que nos culparon, cualquier emoción por la que fuimos castigados, nos acercamos al pequeño que nos miraba impotente en consonancia con estas experiencias. Cuando nuestro bebé lloraba, algunos de nosotros nos enojábamos, algunos nos sentíamos impotentes, algunos queríamos castigarlo. Todas estas cosas que sentimos y hicimos estaban en consonancia con lo que habíamos puesto en nuestros corazones desde el pasado.

Y como si esto fuera poco, salieron los expertos y dijeron, trata así a tu hijo, don No hagas esto, no hagas aquello, no, lo estás haciendo mal, no, has hecho algo mal, etc. No existe una escuela para ser padres, nadie en la tierra sabe cómo ser padres adecuadamente. La crianza de los hijos está impulsada por nuestras propias experiencias y lo que nos han hecho. La única guía para los padres es curar sus propias heridas. I. A los padres heridos...

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