A menudo se aconseja y se enfatiza a los padres para que establezcan límites para sus hijos. Vemos que el autocontrol del individuo, la conciencia de responsabilidad y la conexión con la realidad se desarrollan más sanamente en entornos de vida donde las reglas son claras y distintas, en comparación con entornos donde no las hay.
La frontera espiritual es donde termina “yo” y comienza “otro”. Es una parte natural del desarrollo. Es una línea que me separa del otro y yo, aunque no sea visible, se siente, se siente y se asume. Es una estructura dinámica que comienza con la relación entre el bebé y el cuidador y se extiende a lo largo de la vida, siendo aprendida, ampliada y transformada.
La espiritualidad es un fenómeno multidimensional y multidimensional que no depende de un solo factor. Los límites espirituales son sólo una dimensión y son una necesidad psicológica. Es la manera de saber quién eres. Porque el ser humano es un ser social. Se forma al ver qué tipo de persona es a los ojos de su cuidador. Especialmente en los primeros años de vida, la interconexión es intensa. El bebé y su cuidador están unidos espiritualmente. A una edad temprana, el niño humano siente el mundo en el que nace como si fuera una extensión de sí mismo. Está en una ilusión poderosa y grandiosa como: "Mi madre existe porque yo existo". Sin embargo, la vida no consiste sólo en el reino que asume. A medida que crezca, dejará de ver las figuras con las que vive en adhesión espiritual como extensiones de sí mismo. Para la formación del yo, éste debe estar separado del estado de soledad, del entrelazamiento de los sentimientos, las emociones y la mente. La iniciación, mantenimiento y refuerzo de la separación espiritual es posible si los adultos del entorno establecen claramente lo que está permitido y lo que no, lo que es apropiado y lo que no. El límite marcado por los padres hace que el niño se sienta bloqueado. Cuando se presenta de forma clara y equilibrada, el niño experimenta una sensación de abuso, lo que no es malo, al contrario, le hace crecer paso a paso. Se enfrenta al hecho de que no todo en la vida puede ser como él desea y aprende a tolerar el obstáculo y a desarrollar tolerancia ante las privaciones que conlleva. La infancia y la juventud son períodos en los que simultáneamente deseamos probar y descubrir cosas y sentimos la necesidad de la aprobación de los padres. Los deseos son intensos, pero es posible realizarlos todos. No es fama. Los deseos desbloqueados y los deseos no prohibidos ejercen presión sobre el niño y el joven con el tiempo. Porque parte de existir en la vida requiere afrontar decepciones. Una persona que cumple todos sus deseos no tendrá una percepción realista de sí misma ni del mundo, y experimentará una decepción más intensa y grave de lo que realmente es.
Una forma saludable Existir en la comunidad es adherirse a límites espirituales. Además de saber dónde comienzan y terminan sus propios límites, el individuo también debe conocer y respetar los límites de la otra persona. Consideremos que en comunidades entrelazadas y donde lo diferente y lo otro no están permitidos, resulta difícil hacerse autónomo, hacer oír su voz, afirmarse. Una persona que experimenta ansiedad por la autorrevelación se aleja del pensamiento, la producción y la creación creativos. ¿Cómo puede existir el individuo donde el yo no es evidente? La segregación no puede darse, todos piensan igual, sienten igual, no está permitido ser diferente. Si no hay separación, se vuelve difícil decir que no, se vuelve difícil pensar diferente a los demás, se vuelve difícil expresar la propia opinión. En resumen, el yo, el autodesarrollo y la unicidad quedan interrumpidos.
Un niño puede ver las consecuencias de su propio comportamiento gracias a los límites que lo rodean. Cuando no puede controlar su ira y se vuelve agresivo, ve las consecuencias de sus propias elecciones, actitudes y comportamientos a través de la reacción de su entorno, sus compañeros y los adultos que lo rodean. Los límites saludables establecidos por el entorno son una forma de que el niño se sienta seguro y confiado. Porque desde los ojos del niño, el mundo es grande. El niño gradualmente comienza a volverse autónomo e individualizado de la relación de vínculo con los padres. El apoyo de los padres no se limita sólo al estímulo, también significa transmitir al niño las características del entorno y lo que es apropiado y lo que no. Los padres tienen cuidado con las situaciones que pueden amenazar su propia seguridad, les advierten y previenen si es necesario. De esta forma, el niño sabe el tamaño del jardín por el que deambulará, se siente cómodo, explora, toca y examina todo lo que puede. Supongamos que el niño se confunde y no sabe qué creer cuando muestra una tolerancia excesiva o una ira desequilibrada hacia conductas que pueden tener consecuencias peligrosas.
T� A pesar de su importancia, establecer límites no siempre es una acción sencilla para los padres. Los padres experimentan la dificultad de tomar decisiones y elecciones en medio de diversas preguntas. Le preocupa si aburre a su hijo con reglas y límites, si se basa demasiado en reglas, si se queja de ser blando y si es incapaz de establecer autoridad. Estas preocupaciones son para darle a su hijo la mayoría de las cosas de las que se sentía privado cuando era pequeño y para evitar decepcionarlo. Sin embargo, estas voces internas deben controlarse y los límites deben ser claros. Es por el bien del niño. Cuando el niño se dé cuenta de los límites psicológicos de sí mismo y de su entorno, el mundo será un lugar seguro y pacífico para explorar.
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