Una de las razones que conduce al aumento de la obesidad hoy en día es la depresión... La depresión ralentiza el metabolismo del cuerpo e invita a la obesidad. Las investigaciones muestran que las personas con depresión tienen más probabilidades de estimular el centro de recompensa del cerebro con la comida. Por eso las personas con depresión son más propensas a la obesidad. Psiquiatra Dra. Hakan Karaş brindó información sobre las causas de la depresión y la obesidad y las opciones de tratamiento.
- ¡Más de la mitad de las personas obesas están deprimidas!
Se sabe que más de la mitad de las personas obesas padecen diversos grados de depresión, desde leve hasta grave. Las personas obesas perciben su imagen corporal de manera más negativa, con la influencia de la promoción del tamaño corporal ideal en la cultura popular. También comienzan a vivir aislados porque están expuestos al estigma social y la discriminación. Como resultado de todo esto, su autoestima disminuye y esto crea una tendencia en la persona a deprimirse. Además, las enfermedades de las articulaciones, las dificultades de movilidad, la diabetes, la hipertensión y otras enfermedades crónicas causadas por la obesidad también pueden conducir al desarrollo de la depresión.
- La depresión ralentiza el metabolismo del cuerpo
La falta de energía, la fatiga y los cambios en el apetito son algunos de los principales síntomas de la depresión. Se observa pérdida de apetito en algunas personas con depresión. Muchos se encuentran comiendo mucho más de lo habitual. La depresión también ralentiza el metabolismo del cuerpo. Dado que la persona deprimida tiene un menor interés en todo tipo de actividades y además deja de comer, surge una combinación ideal en términos de aumento de peso. Además, la persona deprimida es indecisa y su fuerza de voluntad está relativamente debilitada. Esto empuja a la persona a seguir una dieta poco saludable. Especialmente en la depresión no tratada, las personas desarrollan obesidad cuando la inactividad y la comida excesiva continúan durante mucho tiempo.
- Las personas con baja actividad física están en riesgo
Una de las razones por las que la depresión y la obesidad ocurren juntas es que algunas condiciones causan ambas enfermedades. Por ejemplo, las personas con un nivel socioeconómico bajo tienen mayor riesgo de padecer estas dos enfermedades. La baja actividad física conduce tanto a la depresión como a la obesidad. Además, algunas enfermedades como el hipotiroidismo causan depresión y aumento de peso.
- El aumento del deseo de comer para afrontar el estrés puede convertirse en un hábito
El síndrome de alimentación emocional es más común en personas estresadas. Por tanto, es bastante común que las personas con depresión intenten afrontar el estrés comiendo. La comida no es sólo una fuente satisfactoria de nutrición para los seres humanos, sino también un medio para aliviar la angustia. Los alimentos, especialmente los ricos en carbohidratos, tienen un efecto placentero y calmante sobre el sistema de recompensa del cerebro. Casi todo el mundo prefiere este método de vez en cuando. Pero cuando el uso de este método se convierte en un hábito, la obesidad se vuelve inevitable. Las investigaciones han demostrado que las personas con depresión tienen más probabilidades de estimular el centro de recompensa del cerebro con la comida. Es por eso que las personas con depresión son más propensas a la obesidad.
- El primer paso en la fase de tratamiento es deshacerse de la depresión
Evitar el ciclo depresión-obesidad-comer en exceso Para salir de él, primero es necesario tratar clínicamente la depresión. Se deben investigar las causas médicas, especialmente los trastornos de la tiroides, que causan tanto depresión como aumento del apetito. La alimentación emocional es un hábito adquirido en el seno de la familia en las primeras etapas de la vida. El contenido de la dieta, el tamaño y el número de comidas son los componentes más importantes de los hábitos alimentarios. Una vez tratada la depresión, la persona necesita cambiar sus hábitos alimentarios en cooperación con su familia. Una mayor conciencia de las necesidades emocionales contribuye positivamente a los patrones alimentarios. Además, aumentar la actividad física e incluirla en la rutina diaria regula los niveles de serotonina y tiene efectos estimulantes sobre el centro de recompensa del cerebro.
De esta forma, la persona siente menos necesidad de estimular el centro de recompensa a través de comiendo. Incluir más tipos de alimentos en la dieta y reducir el contenido de carbohidratos también reduce el hábito de utilizar carbohidratos como recompensa. Junto con todo esto, enriquecer las fuentes de placer y recompensa además de comer con otras actividades sociales y físicas, Hace que uno necesite menos comida.
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