Ya sea que nos demos cuenta o no en la vida diaria, nuestras elecciones a menudo se basan en cálculos de probabilidad. Nuestras propias predicciones son las que dan forma a las decisiones que tomamos. Cuando predecimos que hará sol, planeamos ir de picnic, comprar libros que creemos que nos gustarán o hacer planes de vacaciones que se ajusten a nuestro presupuesto estimado. Lo que predecimos no es sólo cómo resultará el evento. También tratamos de predecir cómo nos sentiremos como resultado de nuestras elecciones. Las emociones esperadas como la felicidad, la tristeza, la ira y el arrepentimiento juegan un papel importante en las decisiones que tomamos. El "sentimiento de pérdida" es una de estas emociones predichas.
En 2006, Kermer y sus colegas pidieron a las personas que predijeran qué tan intensas serían sus emociones cuando perdieran o ganaran como resultado de las decisiones que tomaban. Como parte del experimento, se creó un mecanismo de juego y los participantes tuvieron la oportunidad de ganar 5 dólares o perder 3 dólares al tirar dinero. Antes de lanzar la moneda, se pidió a los participantes que predeciran sus emociones, si habían ganado o perdido. En otras palabras, se les preguntó cuánto/cuánto tiempo estarían tristes si perdieran, y se repitieron las mismas preguntas para la situación de ganar. La diferencia entre las emociones que experimentan después de lanzar la moneda y las "emociones esperadas" inicialmente predichas es bastante sorprendente. Cuando la cantidad ganadora era de 5$ y la cantidad perdedora de sólo 3$, se observó que exageramos mucho la emoción que esperábamos sentir en caso de perder. Al observar el promedio de las emociones predichas por los participantes, informaron que experimentarían 2 unidades de felicidad en caso de ganar, pero 4 unidades de tristeza en caso de perder. Las emociones que sintieron después de lanzar la moneda revelan que las emociones que esperaban fueron predichas incorrectamente. Porque nuevamente, mirando los promedios de los participantes, afirmaron que sentían aproximadamente 1 unidad de alegría en caso de ganar y 1 unidad de tristeza en caso de perder. En este caso, sobreestimamos nuestra predicción de ganar 2 veces y nuestra predicción de perder 4 veces. Sentimos una intensa ansiedad por perder, pero cuando afrontamos la situación de pérdida, no nos sentimos tan tristes como esperábamos.
Entonces, ¿cuál es el motivo de esta situación? ¿Por qué tenemos tanto miedo de perder y rendirnos? la gente no pierde Antes de experimentar esta situación, solo tienen conjeturas sobre esta situación. Sin embargo, es posible que experimentemos esta situación de pérdida más adelante. Podemos obtener una calificación baja en el examen que tomamos, podemos perder a un ser querido, podemos perder una elección de candidato importante o podemos perder nuestro trabajo. Y cuando la pérdida realmente ocurre, entra en juego el proceso de afrontamiento. Este es un proceso completamente automático. Nuestros mecanismos de defensa, autovalidación y motivación están incluidos en este proceso. Piensa en recuerdos del pasado en los que experimentaste el sentimiento de pérdida de forma muy intensa. En todos encontramos una manera de seguir adelante, de racionalizar la situación, y simplemente sucedió. Porque cuando se produce una pérdida, entra en juego este proceso automático que nos permite adaptarnos. Y como no somos conscientes de los procesos de afrontamiento que nos ayudan, no podemos predecir con precisión nuestras emociones antes de experimentar la pérdida, por lo que exageramos la tristeza que creemos que experimentaremos. Sin embargo, después de experimentar el mismo tipo de situaciones varias veces, aprendemos que no estaremos tan molestos como pensábamos y comenzamos a tener menos miedo de rendirnos.
Para resumir brevemente, las ganancias y las pérdidas siempre existen y siempre existirán en la vida humana. Es posible que nuestros procesos de pensamiento y predicciones emocionales sobre estas situaciones no siempre sean precisos. Nuestras vidas están llenas de cuerdas a las que no podemos soltar porque tenemos miedo de perder, y que nos lastiman las palmas porque nos aferramos con fuerza. Pero estas cuerdas que queremos soltar y no podemos soltar porque tenemos miedo de enfadarnos sólo nos cansarán.
Ahora desecha el arrepentimiento que queda dentro de ti y deja de lado las palabras "No puedo vivir sin él". Tira a la basura los que estás esperando y los que nunca llegan. Desecha esa frase que nunca podrás olvidar, las posibilidades con las que estás atrapado, esa última noche, el libro de recuerdos que no soportas tirar pero que duele cada vez que lo miras. Desecha tus relaciones que no funcionaron, tus venganzas que no pudiste conseguir y tus deseos. Deja ir a cualquier persona a la que quieras renunciar pero no puedas porque tienes miedo de perderla.
Recuerda, no estarás tan triste como crees.
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