La escritura y el psicoanálisis siempre me han parecido dos campos que van de la mano y tienen muchas similitudes. Podemos decir que escribir expresa el esfuerzo por comprenderse a uno mismo convirtiéndose en otro, y el esfuerzo por volver a uno mismo a partir de la comprensión del otro. Es un viaje para expresarse a imagen de otra persona, disfrazarse de otra persona y desempeñar un papel. Por lo tanto, un escritor ciego y sordo ante los demás probablemente tenga dificultades para abordar cuestiones relacionadas con él mismo. Sólo así el escritor podrá involucrarse en un proceso en el que pueda transformarse y profundizar en las capas de su yo. El psicoanálisis, que se desarrolla entre el psicoanalista y el analizante, es un largo viaje en el que esta transformación se produce directamente con la propia persona. En una buena obra de arte escrita con una conexión, definitivamente nos encontramos con las capas y el contenido de la espiritualidad del autor. Muchos materiales que el autor se ha ocultado a sí mismo en su experiencia de escritura tienen la oportunidad de emerger. Podemos pensar que el acto de escribir, que dista mucho del pensamiento y permite que la intuición revele procesos creativos, tiene un rasgo que revela el inconsciente.
Aunque sea bajo la mirada del otro, la escritura La zona es el lugar que permite la menor autocensura. Esta acción, realizada por olvido, implica mucha privacidad. Al abandonarse a sí mismo, el autor establece una relación orgánica con el texto y tiene la oportunidad de eliminar a todos menos a él mismo. Mientras continúa su trabajo con todas sus inquietudes y anhelos, habla con el texto como si fuera un "psicoanalista". A veces espera y escucha, a veces continúa escribiendo. Se necesita tiempo en este esfuerzo por volver a uno mismo y comprender. Al igual que en el análisis, algo cambia, pero no sabemos cómo y cuándo se transforma.
El acto de escribir mantiene entrelazadas la razón y la intuición, trayendo necesariamente consigo un estado de entrega total. Esta situación nos recuerda igualmente la aceptación de la pasividad en el psicoanálisis. La escritura es un proceso asociativo. El acto de escribir, donde domina el área inconsciente, se asemeja al estado de flujo en el que la persona se deja en el sofá y las palabras fluyen, como en el psicoanálisis. Lo que surge del autor en ese momento lleva definitivamente huellas de lo más profundo de su espiritualidad. Por ello, el surgimiento de nuestro sentimiento de asombro y admiración ante una obra es reflejo de la espiritualidad, los conflictos y las angustias del autor. Puede deberse a nuestro encuentro con un material con huellas realistas y su contacto con nosotros
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