El trastorno bipolar (trastorno bipolar, anteriormente enfermedad maníaco-depresiva) es un trastorno mental caracterizado por dos períodos de enfermedad separados. En uno de estos períodos de enfermedad hay exuberancia (manía) y en el otro hay depresión (depresión). Estos dos períodos de enfermedad, que parecen opuestos, progresan con remisiones y exacerbaciones. Salvo períodos de enfermedad, el paciente vuelve inmediatamente a la normalidad. Aunque algunos pacientes presentan síntomas residuales que afectan parcialmente su vida diaria, los pacientes se recuperan. En el período depresivo pueden presentarse síntomas como infelicidad, pesimismo, desesperanza, disminución de la confianza en uno mismo, sentimiento de inutilidad, sentimientos exagerados de culpa o arrepentimiento, incapacidad para disfrutar de actividades que solía disfrutar, pérdida de apetito o pérdida de apetito, pueden ocurrir cambios como insomnio, pensamientos de muerte y suicidio y dolores inexplicables en el cuerpo. Se pueden observar síntomas de ambos períodos, como aumento de energía, irritabilidad, infelicidad, aceleración del habla y pensamientos de muerte.
La prevalencia en la sociedad es de alrededor del 2-3%. La proporción hombre-mujer es igual y comienza en los años veinte. Por ejemplo, una persona con trastorno bipolar puede experimentar episodios maníacos en verano y episodios depresivos en invierno. En general, un episodio depresivo puede seguir al episodio maníaco. En ocasiones, estos ataques pueden ir acompañados de síntomas como alucinaciones auditivas, delirios de ser seguido y delirios de castigo. A veces, durante los ataques puede ser necesario un tratamiento hospitalario en la sala de psiquiatría. Incluye alejarse de los recuerdos de las personas, desarrollar habilidades de pensamiento y comportamiento positivos, aprender estrategias para afrontar el estrés y tener información detallada sobre el curso de la enfermedad. El trastorno bipolar suele requerir tratamiento de por vida.
Las personas con trastorno bipolar deben ser informadas sobre los ataques de la enfermedad y se debe informar a la persona sobre los síntomas de advertencia (incapacidad para dormir, pensamientos acelerados, tensión leve, introversión leve). , etc.) que pueden ser precursores de las crisis, en este caso se le debe solicitar la aplicación antes del tiempo de control y reorganizar su tratamiento. Así, la aparición de un ataque se puede prevenir o controlar con síntomas leves.
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