Todos hemos tenido momentos en los que estamos atrapados entre nuestra mente y nuestro corazón, cuando nuestra mente no quiere pero nuestro corazón no obedece, y los dos entran en conflicto.
Las relaciones, en particular, son una de las zonas donde esto es más frecuente. Las emociones son más prominentes. Experimentamos emociones en constante cambio, a veces positivas y otras veces negativas. A veces pensamos que no podemos hacer frente a algunas emociones y queremos huir de ellas. Si escuchamos nuestros sentimientos, tenemos miedo de que nos lastimen más, de parecer débiles, de perder el control, de evitar experimentar nuestros sentimientos y de ignorarlos. La mente siempre está activa durante este tiempo. Evalúa nuestras emociones y siempre está de servicio, como un soldado. Es la mente la que determina lo que significa la emoción experimentada para esa persona. Sin embargo, a veces llega un momento en que este dúo inseparable comienza a entrar en conflicto consigo mismo. Lo que uno quiere, al otro no le gusta, el conflicto crece y como resultado, podemos experimentar indecisión o no sentirnos cómodos con la decisión que tomamos.
Entonces, ¿qué debemos hacer ante esta situación? ¿Cómo debemos evaluar este conflicto cuando ocurre?
De hecho, tanto la mente como el corazón existen para nuestro bien y son dos partes separadas de un todo inseparable. Ambos intentan satisfacer nuestra 'necesidad' de diferentes maneras pero básicamente. Mientras uno satisface nuestra necesidad de ser amados y felices, el otro satisface nuestra necesidad de estar seguros y, en una situación, ambos realmente desempeñan un papel en nuestro bienestar. Mientras que la mente es el lado controlador, tratando de elegir lo que es lógico, el corazón es como un niño travieso que intenta hacer lo que quiere. El conflicto tiene lugar en este preciso momento. En este momento de conflicto, lo que solemos decirnos es '¿a quién debo escuchar?' Sin embargo, lo que debemos hacer no es sólo escuchar a una de las partes, sino también escuchar las voces de ambas. Así como ver con un ojo trastoca nuestra calidad de vida, ignorar uno de ellos significa ignorar a gran parte de nosotros. Lo que ignoramos continúa perturbándonos y haciéndonos sentir incómodos. En este caso, lo que debemos hacer es comprender nuestras necesidades escuchando ambas, encontrar un camino intermedio que satisfaga ambas, en resumen, lograr la "integración". La integración nos permite sentirnos mejor y avanzar en nuestro viaje hacia nosotros mismos. p>
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