Después de acontecimientos importantes de la vida, como los terremotos, las personas tienden a hablar sobre el momento del terremoto para poder darle sentido a lo que experimentaron durante y después del terremoto. Mientras que los adultos hacen esto a través del lenguaje; los niños lo hacen a través del juego. Porque el juego es el lenguaje del niño. Los juguetes son las palabras… En este proceso, es muy comprensible y normal que los adultos hablen sobre el terremoto todo el tiempo y que el niño juegue sobre el terremoto todo el tiempo. Los niños que vivieron el terremoto en persona o lo presenciaron a través de los medios de comunicación suelen jugar juegos en los que hay casas destruidas y hay ambulancias, topadoras y máquinas de construcción presentes. Estos juegos son una forma de revelar sus sentimientos estancados. Aunque los niños que juegan a este tipo de juegos a veces preocupan a los adultos, debemos saber que esta preocupación es infundada; por el contrario, estos juegos fortalecen al niño.
Los terremotos y desastres similares no son problemas que nuestro cerebro y nuestro sistema nervioso puedan manejar fácilmente. En estas situaciones, nuestro sistema nervioso sale de su estado estable y se vuelve más alerta y agitado. La buena noticia es que; Nuestro cerebro, que ha evolucionado para seguir viviendo y existiendo pase lo que pase, sabe cómo manejarlo. Hace que los adultos hablen todo el tiempo para poner este poderoso evento en su lugar y darle sentido; Empuja a los niños a jugar este tipo de juegos todo el tiempo. Lo importante aquí es que los adultos escuchen a quien los escucha; por otro lado, los niños necesitan otro ser vivo que observe sus juegos y participe en sus juegos si los niños así lo desean. Interrumpir estas narrativas de niños y adultos, cambiar de tema y de juego, y desviar la atención de la memoria supone interrumpir el trabajo del cerebro. Por eso, en lugar de detener estas narrativas, ser un buen oyente cuando se saca el tema a colación es la mayor ayuda que podemos hacerle a la persona que tenemos delante.
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