El cerebro humano contiene dos secciones principales. El viejo cerebro está situado en la parte más profunda del cerebro, justo en el medio. Esta capa fue descrita por primera vez en el siglo XIX. A esto se le llama cerebro límbico o cerebro emocional. Hay una capa más nueva alrededor del cerebro límbico, a saber, la neocorteza, que significa nuevo cerebro o nueva envoltura o nueva envoltura en latín. El cerebro límbico constituye las capas más profundas del cerebro humano. Por tanto, es un cerebro dentro de un cerebro. El cerebro emocional y el cerebro cognitivo trabajan juntos. La vida mental resulta del esfuerzo constante por mantener el equilibrio entre los dos cerebros. Por un lado, el cerebro cognitivo que es racional, lógico y orientado hacia el mundo exterior; Por otro lado, está el cerebro emocional, que es inconsciente, más de supervivencia y sobre todo dependiente del cuerpo. Estos dos cerebros están altamente interconectados y dependen uno del otro para funciones complementarias. Ambos contribuyen de manera diferente a nuestras experiencias y comportamientos de vida. El cerebro límbico o cerebro emocional es mucho más rápido, más alerta y receptivo a la hora de asegurar nuestras vidas. Por eso, por ejemplo, una rama que parece una serpiente en la oscuridad del bosque puede provocar una sensación repentina de miedo. Hasta que la otra parte del cerebro complete su análisis e informe que se trata de un objeto inofensivo, el mecanismo de supervivencia del cerebro emocional emprende una acción reactiva que considera la mejor respuesta, a veces con datos muy parciales, incompletos y a menudo inexactos. El cerebro límbico es un punto de mando que recibe constantemente datos de diferentes partes del cuerpo. Responde a ellos adecuadamente ajustando el equilibrio fisiológico del cuerpo. Bajo sus órdenes trabajan la respiración, los latidos del corazón, el pulso, el apetito, el sueño, la libido, la secreción hormonal e incluso el sistema inmunológico. El cerebro límbico también es responsable de mantener equilibrados estos diferentes procesos. Por su relación directa con el cuerpo, es mucho más fácil activar el cerebro emocional, es decir, el cerebro límbico. Los medicamentos participan directamente en el trabajo de las neuronas, pero también podemos estimular nuestros ritmos fisiológicos, como la variabilidad natural del ritmo cardíaco y el ciclo del sueño que sigue el ritmo del día y de la noche. Los métodos de tratamiento complementarios como la terapia manual, la terapia neuronal, la acupuntura, la nutrición, el ejercicio, la respiración, el yoga llegan al cerebro emocional o al cerebro límbico a través del cuerpo. Estas son las herramientas que te lo permiten. Estas vías físicas que llegan al cerebro emocional son a veces mucho más poderosas que la expresión y el pensamiento verbal. Tanto el cerebro cognitivo como el emocional reciben datos del mundo exterior casi simultáneamente. A partir de este momento cooperan o se pelean entre sí mediante el control de pensamientos, sentimientos y comportamientos. El resultado de esta interacción mutua determina cómo nos sentimos y nuestras relaciones con el mundo y los demás. Cuando surge la competencia entre dos mentes, cualquiera que sea la forma que adopte, nos volvemos infelices. Por el contrario, si el cerebro emocional y cognitivo trabajan juntos, logramos la armonía interior.
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