La familia en la que nacemos, desde la primera infancia, es de gran importancia para determinar la persona en la que nos convertimos. Este proceso se remonta a la reacción del bebé ante la forma en que la madre es destetada. Aprendemos a través de la observación, especialmente en la primera infancia, y comenzamos a llevar las huellas de nuestras familias imitando a nuestros padres sin darnos cuenta. Así se desarrollan comportamientos a los que estamos acostumbrados, como ser querido, abandonado, establecer una relación de confianza o, por el contrario, evitar. Los comportamientos que observamos y aprendemos en casa desarrollan y determinan nuestras reacciones ante las relaciones que estableceremos en la edad adulta. Podemos decir que los traumas vividos durante la infancia, el abandono, la violencia y, por el contrario, el establecimiento de una relación de vínculo seguro, son los pilares determinantes de nuestras relaciones futuras. Si los padres hacen sentir a sus hijos el sentimiento básico de amor y confianza y abordan su existencia como individuos con respeto, podemos decir que estos niños abordarán sus relaciones futuras de forma sana, sin miedo a establecer un vínculo de confianza y amor. Un niño que ha recibido estas dos emociones básicas desde la infancia no desarrollará hambre ni miedo por estas emociones en la edad adulta. Como no experimentan falta de amor, no consideran a sus parejas como figuras madre/padre en sus relaciones. Por el contrario, un niño que ha crecido descuidando el amor y el cuidado y por tanto no ha aprendido a establecer un vínculo de confianza puede querer obtener satisfacción de estas dos emociones básicas en otras personas en sus propias relaciones. Este no es un deseo continuo consciente. Este sentimiento, que ahora podemos definir como un vacío internalizado, puede empujar a los niños a encontrar parejas similares a sus padres en el futuro. Si esta persona es un hombre, puede desarrollar sentimientos por una mujer a la que compara con su madre. Aunque este sentimiento es muy similar al amor, detrás de esta similitud puede radicar el hambre de amor y atención que no se puede recibir de la madre. Asimismo, podemos considerar un ejemplo diferente de una niña que no ha recibido los sentimientos de atención y amor de su padre, desarrollando sentimientos por un hombre similar a su padre. Una persona se enamora de alguien que no le brinda la atención que no pudo obtener de su familia y espera encontrarla en esa persona. Esta falta de emoción, que continúa desde la infancia, puede crear un círculo vicioso en las relaciones románticas. Esta situación, que en psicoanálisis se denomina compulsión a la repetición, conduce a un callejón sin salida en las relaciones. La persona toma decisiones similares y luego probablemente termina la relación.
Entonces, ¿de qué otra manera puede reaccionar un niño que no ha recibido el vínculo del amor y la confianza, las dos emociones básicas que mencionamos, aparte de buscar estas dos emociones? Con evitación. Aunque algunos niños siguen buscando estas dos emociones en otras personas, otros interiorizan estas emociones y evitan establecer relaciones. Las relaciones cercanas pueden resultar extrañas y, por tanto, aterradoras. Si bien es muy difícil desarrollar un sentido de confianza, es posible que aborden el vínculo amoroso con sospecha. La gente prefiere las emociones que conoce y a las que está acostumbrada. La falta de confianza afecta no sólo las relaciones románticas sino también las relaciones con el trabajo/la amistad/otros miembros de la familia. La confianza y el amor que un niño recibe o no de sus padres puede revelarse a través de estos patrones de comportamiento en las relaciones románticas. Por tanto, la base de una relación amorosa sana proviene del amor y la confianza que se gana en el seno de la familia.
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